domingo, 18 de agosto de 2013

Del pleito al Sol


¿Recuerdan la temenda historia del herrero y de los tejedores? Pedro Saputo (que significa el Sabio) llegará en esta ocasión a tiempo de intervenir ante las simplezas de sus convecinos, según la obra del catedrático decimonónico Braulio Foz.

Dicen, pues, que mientras Pedro Saputo estuvo en la corte, pusieron los de su lugar pleito al sol, y que cuando llegó a Zaragoza y después que le hubieron saludado todos, le llamaron un día a la plaza en donde estaba ayuntado el pueblo, y le dijo uno del concejo:
Con mucho deseo, oh hijo nuestro Pedro Saputo, esperábamos tu venida al lugar para darte cuenta de una cosa que hemos hecho y que tú con tu mucha agudeza y sabiduría nos has de ayudar a llevar a buen cabo y final cumplimiento. Has de saber que habrá un mes pusimos un pleito al sol...
Apenas oyó esto Pedro Saputo, dijo:
¡Pleito al sol!
Y respondió uno de la plaza:
Pleito al sol, sí, pleito al sol; porque siempre nos fiere de frente en el camino de Huesca. ¿Vamos allá? Nos fiere la cara; ¿venimos de allá?, nos torna a ferir la cara. Y el otro día a Simaco Pérez y a Calisto Espuendas les sucedió que de así ferirles el sol se tornaron cegatos; y como esto aconteció ya a otros en otras ocasiones pasadas no queremos que nos acontezca a todos, hoy uno, mañana dos, porque después los de otros lugares nos farán mueca y nos llamarán ojitos y guiñosos. Por eso hemos puesto pleito al sol, y hasta que le ganemos y no nos fiera más de cara en el camino de Huesca, no hemos de parar. Y ya puedes tú que eres tan agudo y tan aquel, mirar y fer que esto no se pierda y trabajar con los jueces y letrados, que al fin bien los pagamos, que yo dié el otro día una ovella que me tocó para los gastos.
Pero, señores ―dijo Pedro Saputo― ¿es posible que habéis caído en la mengua que estáis diciendo? ¿Pleito al sol habéis puesto? ¿Qué dirán los otros pueblos?
Que digan lo que quieran ―respondió otro bárbaro de la turba―; más vale que digan eso que no tornarnos cegatos y después no valgamos para cosa, y nos fagan la figa y no lo veigamos. Y ya puedes traballar si no a volar a d'icho lugar, que parece que desde que has estado en la corte del rey ya no te conocemos.
Y a estas palabras siguieron otras más altas, acalorándose la gente de modo que Pedro Saputo hubo de ceder, y haciendo señal de querer hablar, se sosegaron y callaron, y él les dijo:
Yo os doy palabra que el pleito se acabará en breve, que no durará una semana, y que lo ganaremos.
¡Bien! ¡Bien! ¡Viva Pedro Saputo!
Y se deshizo la junta.
Preguntó quién era el letrado que defendía a Almudévar, y fue a verse con él y las demás piezas de aquel juego.
El letrado le dijo que efectivamente le habían pedido los de Almudévar que les escribiese una demanda y querella contra el sol, porque les daba de cara cuando venían a Huesca y cuando se volvían al lugar, y que le querían poner pleito; que primero les dijo que era un disparate, pero que no pudo disuadirles; que después los quiso arredrar con los gastos que ocurrirían, y que a esto habían respondido que no faltaría dinero; y que en efecto después había sabido que se escotaban y reunían una cantidad muy considerable. Por esta relación vio Pedro Saputo que no había lo que él sospechara de estafas y malicia; se rió con el letrado, se estuvo paseando por allí dos días, y al tercero por la tarde se volvió a Almudévar discurriendo antes el modo de salir del paso, dejando a los de su lugar por tontos hasta la consumación de los siglos.
Convocó al pueblo por la mañana, y le dijo desde unas piedras que habían sido cimiento y pie de una cruz:
Hijos de Almudévar, os participo que hemos ganado el pleito al sol... No os alborotéis; oíd: ya no os volveréis cegatos, ni os podrán llamar ojitos y guiñosos, porque no lo seréis. La cosa ha pasado de esta manera. Después de ver lo que se alegó de nuestra parte y lo que contestó la contraria, fui al juez y le hablé largamente de la tirria que nos tiene el sol, y de su terquedad y trece de cuenta en herirnos siempre de cara; y en fuerza de mis reflexiones ha sentenciado a nuestro favor; e yo tomando una copia de la sentencia me la puse en este secreto de mi gabán, y es del tenor siguiente (¡cómo levantaron la cabeza y abrían la boca para escucharla!): «En la ciudad de Huesca, a los siete días del mes de noviembre del año a Nativitate mil y tantos diez catorce, yo el infrascrito juez, alcalde, corregidor, tribunal y definidor de causas, pleitos y querellas de la tierra y los planetas de cielo; en la instancia que se sigue por el consejo y villa de Almudévar contra el procurador Benito Gómez nomine y de parte del sol de España; atento a lo que por ambas partes se ha alegado, y remitiéndome al proceso en todo caso tam in preses cuam in futurum, declaro y fallo en justicia, ley, conciencia, y razón, y en nombre y voz de la católica majestad del rey nuestro señor (que Dios guarde), que el concejo y Villa de Almudévar no pide ninguna gollería ni lo que dicen cotufas en el golfo, sino lo que hace muchos años y aun siglos que pudieron pedir con el mismo derecho y justicia que agora, y que el sol en adelante no sea osado de ferilles de cara cuando vengan de Huesca y se vuelvan por la mañana...»
Aquí no pudo ya contenerse la multitud, y tiraron los sombreros al aire gritando:
¡Viva Almudévar! ¡Viva Pedro Saputo!
Y duró un rato la algazara y jubilación de la victoria. Así que se desfogaron, continuó Pedro Saputo y les dijo:
Agora de ese dinero que habéis recogido, que según he calculado pasa de mil libras jaquesas, se podría hacer un pozo de piedra para tener agua abundante y buena en todo tiempo, con una balsa inmediata, de la cual se podría pasar el agua lluvial después de clarificada.
¡No, no! ―gritó una voz de la turba―. ¿Agua dices? Aun la del cielo nos incomoda. Si heses dicho una fuente o un pozo manantillo de vino, entonces sí que heses acertado; pero d'agua, ¡bien empleado dinero! En otra cosa lo podemos emplear. Oíd lo que m'ocurre: por ahí se están cayendo los muros y arruinándose a toda priesa, y día y noche tenemos o lugar abierto; compónganse los muros y fagamos unas puertas bien fuertes para cerrar de noche que no entren os ladrones y no vuelva a suceder o fecho de la semana pasada, que entraron a media noche, mataron perros, asustaron a la comadre y el hornero viejo, y se llevaron a filla de Jorge Resmello, a Resmella, pues ya la conocías; y la volverán, sí, gora un rasco, o la dejarán que no valdrá para cosa. Esto, es lo que hemos de fer con ese dinero.
Y aplaudieron todos al que eso dijo; y Pedro Saputo calló, se encogió de hombros, y se fue a su casa, imaginando en la ligereza y facilidad del vulgo que en una hora muda de afectos, aclamando con vivas y amenazando de muerte.

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